viernes, 24 de septiembre de 2010

Corazón Delator de Edgar Allan Poe. Animación de 1953 (subtitulado)



Tell Tale Heart (Corazón Delator) de Edgar Allan Poe cuanta la historia de un joven empleado comienza a obsesionarse con el ojo ciego del anciano con el cual convive. Su visión termina resultándole insoportable, hasta que una noche pone fin a su vida. La policía acude a investigar. Finalmente, el propio asesino sufre una espantosa alucinación donde termina confesando su crimen.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

The Circular Ruins



La arcilla que esculpe la arcilla,  corto explora la creatividad como por el proceso de cerámica. El carácter principal representa el elemento de tierra, que actúa recíprocamente con los carácteres secundarios del agua, el fuego y el aire. Inspirado por Jorge Luis Borges, " las Ruinas Circulares ",

Clay sculpting clay... this stop motion, clay animated short explores creativity as through the ceramic process. The main character represents the element of earth, interacting with secondary characters of water, fire and air. Inspired by Jorge Luis Borges, "The Circular Ruins", Taos Talking Pictures. Music by Tatsu Aioki. A film by Julie Goldstein aka eilujion. "Best of Festival" - Thaw Festival of Independent Film and Video, "Audience Choice Award" - Hamburg Short Film Festival, "Jury Award" - Ann Arbor Film Festifal. Produced by Artifact Pictures.

domingo, 19 de septiembre de 2010

Juana la Loca

                      
                                                        




















                                                          Juana I la Loca                    
Mujeres en la Historia

Reina de Castilla (Toledo, 1479 - Tordesillas, Valladolid, 1555). Era la tercera hija de los Reyes Católicos, que la casaron con el archiduque austriaco Felipe el Hermoso (1496). La muerte de sus hermanos mayores y de un sobrino la convirtieron en heredera de las Coronas de Castilla y Aragón desde 1500. El mismo año en que fue jurada como heredera por las Cortes de Castilla (1502) empezó a manifestársele una enfermedad mental, determinada según algunos por la infidelidad de su marido, hacia quien sentía un amor apasionado.

Video:
http://www.rtve.es/mediateca/videos/20100804/mujeres-historia/844397.shtml
 
Audio:

link de descarga directa:
http://www.ivoox.com/mujeres-historia-juana-loca_md_344057_1.mp3



                                             Cuadro Juana la Loca (Francisco Pradilla Ortiz)
                                                       Oleo sobre lienzo. Museo del Prado, Madrid

Cuadro por excelencia del género histórico en España. Se trata de la evocación del viaje que hace doña Juana desde la Cartuja de Miraflores a Granada acompañando el cadáver de su esposo Felipe el Hermoso. Según la crónica de P. Mártir de Anglería, la comitiva estaba compuesta por eclesiásticos, nobles y caballeros, y en una de las jornadas, de Torquemada a Hornillos, "mandó la reina colocar el féretro en un convento que creyó ser de frailes, mas como luego supiese que era de monjas, se mostró horrorizada y al punto mandó que lo sacaran de allí y le llevaran al campo. Allí hizo permanecer toda la comitiva al intemperie, sufriendo el riguroso frio de la estación". Pradilla recoge este momento, reflejando el drama amoroso, los detalles de la comitiva y la riqueza del paisaje invernal castellano.



Reinado de doña Juana la Loca


Felipe el Hermoso y Juana la Loca
Felipe el Hermoso y Juana la Loca

Ya en el trono de Castilla los nuevos soberanos, don Felipe el Hermoso reclamó para sí solo el gobierno y comenzó a repartir mercedes entre los nobles castellanos sus parciales y también entre sus amigos flamencos.
Reunió Cortes en Valladolid, a las que propuso la reclusión de su esposa doña Juana, que empezaba a dar muestras de enajenación mental; pero las Cortes se negaron a aceptar la propuesta.
La anarquía y el desorden comenzaban a desarrollarse en Castilla cuando inesperadamente murió don Felipe, en 1507. Se dice que su muerte fue ocasionada por un vaso de agua fría que bebió el malogrado príncipe, hallándose sudando de jugar a la pelota.
Agravada por este motivo la locura de doña Juana, se hizo necesario la constitución de un Consejo de Regencia, presidido por el cardenal Cisneros, cuyo primer acuerdo fue solicitar a don Fernando el Católico, que se hallaba a la sazón en Italia, que viniese con urgencia a hacerse cargo del gobierno de Castilla.
Varios motivos habían llevado a don Fernando a Italia: primero, la organización del reino de Nápoles, donde gobernaba el Gran Capitán y en donde hizo proclamar heredera a su hija doña Juana. Y segundo, pactar con varios soberanos interesados en una alianza contra la poderosa República de Venecia, que cada vez detentaba mayores territorios en la península italiana.
Así fue como el diplomático rey de Aragón consiguió la fomación de la Liga de Cambray (año 1508), en la que entraron el Papa Julio II, el emperador Maximiliano de Alemania y el rey de Francia Luis XII.
Vencidos los venecianos por los franceses en Agnadel, cada confederado obtuvo lo que se proponía, ocupando los españoles varias ciudades en las riberas del Adriático.
Pero la victoria de Agnadel llenó de orgullo a los franceses, y entonces todos sus antiguos aliados se unieron en contra suya en la llamada Liga Santa. Este suceso fue aprovechado hábilmente por don Fernando para anexionarse a Navarra y realizar la Unidad Nacional.
El reino de Navarra, que comprendía entonces, además de la Navarra española, territorios del otro lado de los Pirineos, estaba regido por la reina Catalina y su esposo Juan de Albrit, que se comprometieron con Francia, en guerra con la Liga Santa, de la que formaba parte España, a impedir el paso por su reino de los ejércitos españoles.
Enterrado don Fernando el Católico del acuerdo, a pesar de su secreto, exigió de NAvarra que dejara paso a sus soldados, y ante la esperada negativa, un ejército español, mandado por el duque de Alba, ayudado por los navarros partidarios de España, ocupó el país en 1512, rindiéndose Pamplona casi sin lucha.
Se ha discutido mucho acerca de unas “Bulas de excomunión” dadas por Julio II contra los reyes de Navarra, suponiendo que fueron invocadas por Fernando el Católico para apoderarse de Navarra. Las bulas existieron, pero el rey aragonés no hizo uso de ellas, y los hechos ocurrieron tal como se relatan.
Los esfuerzos de la casa de Albrit, que, apoyada por Francia, intentó repetidas veces recobrar su reino, no tuvieron resultado. Y Navarra desde entonces quedó incorporada a España, completándose de este modo la Unidad Nacional.
En 1516 murió don Fernando el Católico, dejando heredera de sus Estados a sus hija doña Juana la Loca, y en atención de su estado mental nombraba regente de Castilla al cardenal Cisneros, y de Aragón al arzobispo de Zaragoza, hara que su nieto el príncipe Carlos deAustria fuese mayor de edad.
Al finalizar el reinado de los Reyes Católicos quedó, pues venturosamente realizada la Unidad Nacional, y que iban a fundar el colosal Imperio español, aquel donde nunca se ponia el sol.
De acuerdo con el testamento de Isabel I, su viudo don Fernando el Católico hizo proclamar reina de Castilla a doña Juana la Loca con su esposo don Felipe I el Hermoso, archiduque de Austria e hijo de Maximiliano I, emperador de Alemania.
El rey don Fernando quedó entonces en calidad de regente y gobernando el reino mientras venían dichos príncipes, que estaban en Flandes.
Pero el marido de doña Juana, Felipe I de Austria, llamado el Hermoso, de carácter ligero y vanidoso, siguiendo los consejos de muchos nobles castellano, a cuya cabeza figuraban el duque de Nájera y el marqués de Villena, que vieron en el aturdido príncipe el personaje más propicio para recobrar su antiguo poderío y salir de la férrea disciplina impuesta por los Reyes Católicos, pidió a su suegro que se retirase a sus Estados de Aragón.
No conforme con esto, Felipe el Hermoso se alió con el rey de Francia, enemigo tradicional de Fernando el Católico.
Pero  el hábil monarca aragonés deshizo bien pronto los planes de su yerno, pues adelantándose a aquél y variando de política, firmó un tratado con Luis XII de Francia, e incluso se casó con su sobrina Germana de Foix en 1505.
En vista de su fracaso, Felipe el Hermoso, por medio de su representante don Juan Manuel, firmó con su suegro la “Concordia de Salamanca”, en 1505, en la cual se convino que los príncipes y don Fernando gobernarían juntos el reino de Castilla.
Llegaron por fin doña Juana y don Felipe a España, y desde el primer momento fueron tan tirantes sus relaciones con su padre don Fernando el Católico, que éste acabó renunciando a sus derechos sobre Castilla y se retiró a sus Estados de Aragón.

Encuentro de Fernando el católico con Felipe el hermoso
Encuentro de Fernando el católico con Felipe el hermoso
Quebrantada la salud de la Reina Católica y viendo próximo su fin, Isabel I hizo testamento, designando como heredera del reino castellano a su hija doá Juana, y a su esposo don Fernando como regente, si aquélla no estaba en disposición de gobernar; pues su razón se hallaba muy perturbada desde hacía algun tiempo.
En su testamento doña Isabel la Católica recomendó que no se enajenara nunca de sus reinos la plaza de Gibraltar. También rogaba a sus herederos y sucesores que los indios de América fueran tratados al igual que los súbditos, “como que al emprender el descubrimiento se había tenido en mira, ganas almas para el Cielo y no esclavos para la Tierra.”

El 26 de noviembre de 1504 murió la madre de Juana I de Castilla en Medina del Campo.

testamento-de-isabel-la-catolica-eduardo-rosales. Museo-del-prado
testamento-de-isabel-la-catolica-eduardo-rosales. Museo-del-prado
Pese a su repentino enamoramiento, Felipe pronto perdió el interés por la relación provocando en Juana unos celos patológicos que unido a la actitud de Felipe empeoraron su enfermedad mental (la esquizofrenia).

http://www.fuenterrebollo.com/faqs-numismatica/diptico-familia-carlos1.jpg
Díptico con los seis hijos de Juana I de Castilla

Sin embargo no fue un impedimento para tener una gran descendencia, que comenzó con el nacimiento de su primogénita Leonor de Austria, la cual debe su nombre a la abuela paterna de Felipe, Leonor de Portugal. Leonor nació el 24 de noviembre de 1498 en Lovania (Bruselas).

Su segundo hijo fue Carlos I (llamado así en honor al abuelo materno de Felipe, Carlos el Temerario), nacido el 24 de febrero de 1500. Carlos nació en el palacio de Gante en una fiesta a la que acudió Juana para vigilar a su marido.
Su tercera hija, Isabel de Austria cuyo nombre es en homenaje a su abuela materna Isabel la Católica. Nació el 18 de julio de 1501 en Bruselas.
El 10 de marzo de 1503 nace Fernado I de Habsburgo que fue el primero de sus hijos que nació en Castilla y el nieto preferido de Fernando el Católico. Nace concretamente en Alcalá de Henares.
En Bruselas nace, nuevamente, la quinta hija de juana y felipe, María de Hungría el 18 de septiembre de 1505 que nació en el palacio de Coudenberg.
Finalmente el 14 de enero de 1507 en Torquemada (Palencia) nace la hija póstuma de Felipe, Catalina de Austria.

La boda de Juana y Felipe






A los 16 años de edad de Juana, fue concertada su boda con el archiduque Felipe de Austria que como os hemos contado anteriormente tenía el sobrenombre de “Felipe el Hermoso”.
Se trató de un matrimonio instrumentado en intereses de política exterior por parte de los reyes católicos ya que tenía el fin de cercar a Francia; su enemigo. Para ello tambien casaron a Juan, el hermano de Juana de Castilla, con la hermana de Felipe, Margarita de Austria.
Para que los futuros esposos se conociesen, en el verano de 1496, Juana salió desde el puerto de Laredo hacia Flandes.

Contrato matrimonial entre Juana y Felipe el Hermoso (1495). Archivo General de Simancas.
Contrato matrimonial entre Juana y Felipe el Hermoso (1495). Archivo General de Simancas.

El matrimonio de Juana y Felipe se celebró el 21 de agosto de 1496 en Lille, el matrimonio fue muy precipitado, motivado por la gran atraccion física que sintieron los novios al conocerse. Con este enlace, Lille pasó a formar parte de la monarquía hispánica, así como la totalidad del territorio de Flandes, Borgoña y Bravante. Lille fue gobernado por españoles hasta la primera mitad del siglo XVII, siendo su último rey Felipe IV.

Felipe el Hermoso 

Para comprender la vida de Juana, es necesario conocer también a Felipe de Austria, para ello os dejamos una breve referencia biográfica de él:


Era hijo del emperador Maximiliano I y María de Borgoña. Su cuna le confirió la herencia de  innumerables títulos nobiliarios: duque de Borgoña, de Luxemburgo, de Brabante, de Güeldres y Limburgo y conde de Tirol, Artois y Flandes. Ha pasado a la Historia con el sobrenombre de “El Hermoso”, aunque muchos críticos opinan que, a la vista de los retratos que del mismo se conservan, el apelativo quizá resulte un tanto exagerado. Era un hombre de cuerpo proporcionado y de agraciado rostro, aficionado a los deportes de su tiempo al ser ágil y poseer fortaleza.
La intensa dedicación de la nobleza a la vida galante no es privativa de nuestro tiempo, se le atribuyen abundantes amantes en la corte borgoñona. Al igual que sus homólogos españoles, su padre, por motivos políticos, concertó con los Reyes Católicos un matrimonio doble: Felipe y su hermana Margarita casarían con Juana y Juan.




La Demencia de Doña Juana (1867), de Lorenzo Vallés. Museo del Prado (Madrid).
La Demencia de Doña Juana (1867), de Lorenzo Vallés. Museo del Prado (Madrid).

La muerte de su esposo Felipe el Hermoso volvió completamente loca a doña Juana. Para unos, el origen esta demencia fue la pasión de los celos.
Otros, sin embargo, sostienen que doña Juana nunca estuvo loca, sino que la hicieron pasar por tal, a fuerza de malos tratamientos, su marido y su hijo respectivamente, para arrebatarle el cetro.
Desde el primer momento sintió doña Juana la Loca por su marido una pasión morbosa, tanto más intensa y agudiza cuanto mayores eran los desperecios y liviandades de él. Los devaneos del archduque no cesaban, y, lo que es aún peor, mostrábase cruelmente desenfadado, no teniendo para con su mujer ni siquiera la piedad del disimulo.
Se cuenta que don Felipe el Hermoso buscaba sus concubinas entre las damas de la Corte, haciendo presenciar a doña Juana el odioso espectáculo de tan ofensivas preferencias.
En cierta ocasión la desgraciada infanta sorprendió a su protervo esposo en flagrante intimidad con una de sus damas, rubia beldad, cuyos cabellos ostentaba con orgullo su poseedora. Sintiéndose cual leona herida, doña Juana cerceñó las doradas trenzas de su rival y se las mostró al infiel, diciendo:
- ¿Conocéis estos cabellos?
Felipe, hermoso, pero no caballeroso, reaccionó brutalmente, golpeando como un rufián a su celosa esposa.
Con su instinto de madre la reina Isabel I la Católica presentía algo sobre los sufrimientos de hija. Mas en vano le escribía tiernas epístolas pidiéndole noticias acerca de su existencia. Juana no contestaba nunca.
Sin embargo, al morir el príncipe don Juan y quedar su hermana Juana como heredera de los reinos de Castilla y Aragón, era necesaria su presencia para ser jurada por las Cortes.
Por fin, tras muchos ruegos y gracias a las gestiones del embajador Gutierre de Fuensalida, Felipe el Hermoso y su mujer doña Juana llegaros desde Amberes a España por Fuente rrabía. Los Reyes Católicos salieron presurosos para coincidir en Toledo, donde pudieron abrazar a su amada hija.
Después de los saludos, la reina Isabel encerróse con doña Juana en un aposento y le pidió a su hija que le contara si era feliz como ella quería verle.
Doña Juana la Loca dudó un instante, deseosa de callar, para no descubrir la úlcera dolorosa de su alma. Mas no pudo y rompiendo a llorar, entrecortadamente, hizo el angustioso relato del calvario matrimonial que había destrozado su existencia.
Después de muerta doña Isabel la Católica, don Felipe el Hermoso y doña Juana, que se hallaban en Flandes, retornaron a España, para reinar, si bien por poco tiempo (1504-1516).
Mal gobernante, despreocupado de cuanto no fuese su egolátrico proceder, Felipe el Hermoso tan sólo atendía a sus caprichos y placeres, olvidando a su esposa, ya en plena versanía. Residían en la casa “del cordón” en Burgos.
Cierto día departía el apuesto príncipe con varios cortesanos acerca de la aparición de un cometa en el horizonte.
-Dicen que este fenómeno presagia la muerte de algún príncipe – dijo uno.
-¡bah! – contestó Felipe, soltando la carcajada -. Guarde Dios a mi padre y a mí, y de los demás haga lo que guste.
Pocos días más tarde moría de forma inesperada. Doña Juana, que no le abandonó un instante  mientras duró la breve enfermedad, negóse a reconocer la realidad.
- Mi esposo idolatrado no ha muerto – decía – : está dormido.
De no haber estado ya loca, hubiese perdido la razón ante el duro trance. Consintió que guardasen el cuerpo amadísimo en un ataúd, pero no toleró que lo enterraran, y dispuso que quedara depositada en la Cartuja burgalesa.
Y allí iba todas las semanas la doliente doña Juana. Hacía abrir el féretro, y abrazada y besaba con frenesí el cadaver putrefacto.
Pradilla y Ortiz. Museo del Prado (Madrid).
Tres veces hizo esto, hasta que la reina loca se decidió a emprender una larga caminata para darle tierra en el edén de Granada. Resultaba asombroso que la infeliz señora no derramase una sola lágrima. Dolíase ella de esta anomalía, que más y más aumentaba su padecer, por falta de tan natural desahogo. Y en un extraño instante de lucidez hubo de decirle a su más próxima cobicularia:
- Lloré tanto, cuando me convencí de las infidelidades de mi esposo, que el manantial de mis lágrimas quedó seco para siempre.
Los restos mortales de Felipe el Hermoso reposaban en un magnífico ataúd colocado en un carro, arrastrado por cuatro caballos negros. De tal guisa, el cortejo patético emprendió la marcha. Todos iban a pie, dando ejemplo doña Juana, cubierta de negros crespones, y acompañada por un séquito interminable de prelados, personajes y caballeros.
Únicamente caminaban de noche, por orden expresa de la atribulada y enloquecida reina.
- Una mujer honesta – decía -, que ha perdido a su esposo, que es su sol, debe huir de la luz del día.
Y así avanzaba, lentamente, recorriendo más de media España, camino de Granada. En los pueblos del tránsito se celebraban solemnes exequias, a los cuales no podía concurrir ninguna mujer.
Los celos, que fueron siempre tenazón de su espíritu, rebasaban todos los límites. Un día, por error, en un convento que creyó de frailes, entre Torquemada y Hornillos, fue depositado el féretro. Hasta que horrorizada la reina al saber que era de monjas, hizo sacar el cadáver al campo permaneciendo ella con toda la comitiva a la intemperie, desafiando la crudeza de los elementos.
Cada vez en mayor inconsciencia, doña Juana vivió todavía 47 años encerrada enTordesillas, muriendo a los 67. Y parece que al morir recobró el juicio.

La demencia de la reina se agravó, permaneciendo recluida en Tordesillas desde 1509 hasta su muerte. En 1516 murió Fernando el Católico y Carlos I fue proclamado rey de Castilla y de Aragón, de modo que doña Juana no llegó a suceder a su padre en la Corona aragonesa; pero nunca fue declarada incapaz por las Cortes castellanas ni se le retiró el título de reina. Durante la Guerra de las Comunidades de Castilla (1520), los jefes comuneros alzados en armas contra su hijo intentaron ponerla de su parte; pero ella se negó a intervenir en el conflicto en ningún sentido.
Hija de Isabel y de Fernando, los Reyes Católicos, Juana se casó muy joven con el archiduque de Austria, Felipe el Hermoso. Juana ha pasado a la Historia como "la loca". Se dice que el amor a su marido la llevó a una situación de demencia agravada cuando el archiduque Felipe murió repentinamente en Burgos. La condenaron a vivir encerrada en Tordesillas durante el resto de su existencia. Sin embargo recientes investigaciones vienen a demostrar que no estuvo loca y menos de amor.



 Mausoleo de Juana la Loca y Felipe el Hermoso

Capilla Real(Catedral de Granada)


Fuentes:

http://www.cervantesvirtual.com/historia/monarquia/juana.shtml

http://www.rtve.es/mediateca/videos/20100804/mujeres-historia/844397.shtml 

http://www.ivoox.com/mujeres-historia-juana-loca-audios-mp3_rf_344057_1.html

viernes, 17 de septiembre de 2010

RITOS FUNERARIOS DEL ANTIGUO EGIPTO

Según las creencia egipcias además del cuerpo el hombre se componia de dos elementos espirituales, el ba, concepto similar al alma, y el Ka, una especie de doble del cuerpo. La muerte representaba la separación del elemento corporal y los espirituales. Pero el ka no podía "sobrevivir" sin la presencia del cuerpo, de ahí que durante años se desarrollasen técnicas precisas de conservación, conocidas como embalsamamiento.


Fuentes:
http://www.youtube.com/watch?v=BfKCNiHDOO8&feature=related

miércoles, 15 de septiembre de 2010

MOMIAS ANIMALES

Los antiguos egipcios, se caracterizaron por momificar cuidadosamente bajo complejos tratados, a aquellos personajes de gran importancia social. Pero esta suerte no sólo corría para los humanos, dado que también se solían momificar numerosos animales. Los hallazgos son de lo más variopinto, algo que no podía ser de otra manera, en vista del prolífico panteón animal.

martes, 14 de septiembre de 2010

Ana de Austria


                                                           Ana de Austria

 

Mujeres en la Historia


Hija de Felipe III a los quince años se convirtió por su matrimonio con Luis XIII en reina de Francia. Acosada por Richelieu, vivió en medio de intrigas y conspiraciones.


                                                          
                                                                Boda de Luis XIII y Ana de  Austria





                                                              Ana de Austria con sus hijos


                           Retrato de Ana de Austria la reina viuda de Francia y su hijo Luis XIV, infante.

 Video:

domingo, 12 de septiembre de 2010

LA PINTURA EN EL ANTIGUO EGIPTO

La pintura del Antiguo Egipto fue eminentemente simbólica. La técnica pictórica de los egipcios fue un precedente de la pintura al fresco o témpera, ya que aglutinaban pigmentos naturales, extraídos de tierras de diferentes colores, que mezclaban con clara de huevo y disolvían con agua para poder aplicarlo sobre los muros, revestidos con una capa de tendido "seco" de yeso.


Luisa Ingacia Roldán "La Roldana"

 

 

 

                                                     Luisa Ingacia Roldán "La Roldana

 

Mujeres en la Historia



Luisa Ingacia Roldán "La Roldana" fue la primera mujer en ocupar el cargo de escultora de cámara de un Rey. Primero sería Carlos II quien puso su confianza en ella. Después Felipe V renovaría su nombramiento.





Hija del escultor Pedro Roldán, Luisa creció entre figuras de ángeles, arcángeles, vírgenes y santos. Igual que sus hermanos, Luisa ayudaba a la producción en el taller paterno de Sevilla.


                                                             San Miguel y el diablo
 
                                                     



                                                      El diablo, el rostro de su marido
                                                    

Podemos encontrar esculturas suyas en El Escorial, en las catedráles de Cádiz y Santiago de Compostela, en conventos y muchas que no se le atribuyen por no estar documentadas.

 Video:

sábado, 11 de septiembre de 2010

El Hombre que Plantaba Árboles 1

Un bello y ennoblecedor relato que nos dce lo mucho que podemos hacer por otros, por el planete por nosotros mismos si acaso nos atrevemos a desprendernos un poco de lo no importante. Cual místico, voluntad, serenidad, desprendimiento y diligencia hacen de un hombre cualquiera uno muy diferente.







El Hombre Que Plantaba Árboles 2 

 





El Hombre Que Plantaba Árboles 3 

 


 



Fuentes.

http://www.youtube.com/watch?v=KEJt4WZi7-U&feature=PlayList&p=FD4AA7DC1015162F&index=0&playnext=1

http://www.youtube.com/watch?v=MIWu3JWNnSo&p=FD4AA7DC1015162F&playnext=1&index=1

 http://www.youtube.com/watch?v=0av3PzQRRxM&p=FD4AA7DC1015162F&playnext=1&index=2

jueves, 9 de septiembre de 2010

Tango Animation - En Tus Brazos

María Felicia García Malibran

 

 

                                           María Felicia García Malibran

 

Mujeres en la Historia

María Felicia García Malibran (París 1808, Manchester 1836) y Paulina Viardot García (París 1821, Heidelberg 1918). Las dos eran hijas del gran tenor, famoso compositor y profesor español Manuel García y de la también española Joaquina Sitjes, excelente soprano.



                    María Malibrán en el papel principal y Guglielmo Balfe como el conde Rodolfo


Las dos, al igual que su hermano, Manuel García II, estudiaron música y fueron cantantes líricas. María Felicia se convertiría en la estrella de la familia.



Logró una técnica vocal perfecta a base de los puntapiés que le daba su padre. Revolucionó los teatros, se casó por dinero, fue amante de un violinista y murió joven.



Video:

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Carmen de Burgos "Colombine"


                                                                      Carmen de Burgos
                                               

Mujeres en la Historia

30-07-2010
Carmen de Burgos y Seguí, Colombine (Almeria1867- 1932) fue una periodista, escritora, traductora y activista de los derechos de la mujer. Se la considera la primera periodista profesional en España y en lengua española por su condición de redactora del madrileño "Diario Universal" en 1906, periódico que dirigía Augusto Figueroa.




Primera mujer redactora en un periódico en España con el seudónimo de "Colombine".


Carmen de Burgos y otras señoras que componenen la Liga Internacional de Mujeres, en un acto organizado en el Ateneo, contra la pena de muerte el 4 de octubre de 1931

Promovió una campaña en favor de la ley del divorcio.
Firmó también como Raquel, Honorine y Marianela.

 Video:

martes, 7 de septiembre de 2010

Gabriel and the Vagabond



Dirigida por: Carla Mercer
Animación por: Steven Forbes
Editado por: Peedy (. Tv)

Emilia Pardo Bazán

lunes, 6 de septiembre de 2010

In the Rough (Blur Studio )

Victoria Eugenia de de Battemberg

                                                               Victoria Eugenia de de Battemberg

domingo, 5 de septiembre de 2010

"FRENCH ROAST" de Fabrice O. Jouberts


En el cineasta Fabrice O. Jouberts cortometraje de animación,  un bosquejo de la situación explora las numerosas capas de la naturaleza humana.Asado francés fue lanzado por primera vez en Francia el 30 de octubre de 2008 en el Festival Voix d'Etoiles. Más tarde fue lanzado en la República Checa el 3 de mayo de 2009 en el Festival de Cine de AniFest, Canadá el 19 de febrero de 2010 en Waterloo, Ontario, y en los EE.UU. el 19 de febrero de 2010, edición limitada.
 Fuentes:
http://www.frenchroast.fr/

La hora de los valientes


La hora de los valientes
Año 1998
Nacionalidad España
Estreno 18-12-98
Género Comedia
Duración 124 m.
T. original La hora de los valientes
Dirección Antonio Mercero
Intérpretes Gabino Diego
Leonor Watling
Adriana Ozores
Luis Cuenca
Hector Colome
Guión Antonio Mercero
Horacio Varcarcel
Fotografía Jaume Peracaula
Música Bingen Mendizabal
Montaje José Mª Biurrun
Sinopsis
La acción de la última película de Antonio Mercero, después de ocho años de ausencia cinematográfica, transcurre en Madrid durante la Guerra Civil. En el Museo del Prado, un joven celador encuentra un autorretrato de Goya abandonado y decide llevárselo bajo la ropa con el objetivo de preservarlo de la violencia que invade la ciudad.




Trailer
http://www.plus.es/videos/cine/Trailer-hora-valientes/20071227pluutmcin_8/Ves/


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viernes, 3 de septiembre de 2010

"Éxodo y exilio del arte. La odisea del Museo del Prado durante la Guerra Civil, Madrid" Arturo Colorado Castellary




 Portada

"Éxodo y exilio del Arte."

Arturo Colorado Castellary

Cátedra. Madrid, 2008. 400 páginas

Aquí se narra una epopeya: la evacuación del patrimonio artístico español de la zona republicana que, amenazado durante la Guerra Civil, cruza las fronteras para volver -parece que en su mayor parte- a su lugar de origen. Entre otras colecciones, este patrimonio estaba formado por las del Museo del Prado, las de El Escorial, del Palacio Real de Madrid, del Duque de Alba, de los monasterios de las Descalzas Reales y de la Encarnación… Un tesoro espiritual, se dijo repetidamente, que no era propiedad de ningún gobierno, sino un legado para la humanidad. 
En condiciones muy adversas, incluso bajo las bombas y arriesgando la vida, salvarlo fue la empresa heroica de esforzadas personas como Timoteo Pérez Rubio o -en otro sentido- José María Sert y de altos funcionarios extranjeros que se comprometieron en su defensa… Y también de muchos hombres anónimos -soldados o simplemente ciudadanos- que hicieron más de lo humanamente posible para preservarlo. El episodio que explica el profesor Arturo Colorado Castellary revela y documenta la vida secreta de la pintura, aquellas historias que se acumulan en su reverso -su cara oculta- y que pasan inadvertidas a la simple contemplación. Una historia, en este caso, hecha de heroísmo, pero, como veremos, también de mezquindades. 






En 1939, pocos meses después de acabar la guerra, las obras del Prado regresan a Madrid.

El libro que comentamos tiene el origen en la tesis doctoral de Arturo Colorado Castellary. Esto significa años de trabajo, exhumación de documentación inédita, investigación en diversidad de archivos y testimonios… una información que apabulla y persuade al lector por su caudal y el nivel de la argumentación. Y sin embargo, a pesar del aparato documental y del rigor científico, y de la complejidad histórica y jurídica del tema, Colorado Castellary ha sabido hilar un relato apasionante, especialmente la primera parte, que trata de la evacuación de las obras hasta su llegada a Ginebra. La suya es una escritura ágil y transparente que emociona porque sabe transmitir la dimensión heroica del “salvamento” del patrimonio.

Nueva versión y puesta al día de otras publicaciones del autor, la aportación del libro no sólo consiste en la restitución de la memoria de un episodio marginado o ignorado, sino especialmente la exhumación de materiales para la reflexión… y también para la polémica.

Entre otros aspectos, una polémica está abierta: la que cuestiona la necesidad de evacuación de las obras, con los posteriores riesgos que conllevó, especialmente en el Ampurdán, cuando el ejército republicano en desbandada se retiraba hacia Francia. Fue entonces, a principios de 1939, cuando de una manera improvisada y precipitadamente, las obras cruzaron la frontera en condiciones dramáticas, bajo los bombardeos de la Legión Cóndor y con las fuerzas nacionalistas a pocos kilómetros. Un comité internacional semioficial -formado por los directivos de los principales museos de las democracias occidentales- había pactado con los responsables republicanos la expatriación del patrimonio artístico a la sede de la Sociedad de las Naciones en Ginebra. Sin embargo, el acuerdo presentaba graves problemas jurídicos. Este comité fue una iniciativa personal de Sert y el acuerdo se gestó a espaldas tanto del Gobierno de la República como del de Burgos. A los republicanos -ya sin ninguna autoridad y cuando se batían en retirada a Francia- no les quedó otra alternativa que aceptarlo. En el acuerdo se explicitaba que aquel patrimonio era un bien común de la nación española y se señalaba el compromiso de su devolución una vez restablecida la paz. Esto significaba que la devolución era independiente al signo político del gobierno y que la condición de la devolución era la restauración de la “paz”. En fin, el “salvamento” se ha calificado de locura y de milagro. Milagro, porque la mayor parte de las piezas-no todas- volvieron. Colorado Castellary se interesa especialmente por las obras del Prado y éste es el objeto de su estudio. Pero hubiera sido interesante que se explicara lo que sucedió con las joyas y el oro que acompañaba al patrimonio artístico dispuesto en el norte de Cataluña y que según parece acabaron en el yate “Vita” con destino a México. ¿Cómo cruzaron estos cargamentos la frontera? ¿Cómo se les separó de los objetos artísticos y con qué criterios? Dilucidar estos delicados aspectos posiblemente aportaría una nueva perspectiva.

El DVD que acompaña y complementa el libro con un documental realizado por Alfonso Arteseros con testimonios y protagonistas de la época. Además, se incorporan y contrastan las opiniones de una serie de expertos. Unos aprueban la oportunidad de la evacuación. Otros, al contrario, la denuncian, al menos en los términos que se hizo. De ahí que el profesor José álvarez Lopera afirme que, efectivamente, el salvamento fue una gesta heroica, pero heroica por falta de planificación política: la heroicidad de los técnicos y las personas que velaron directamente el tesoro no corresponde con el comportamiento de los políticos…

A la luz de la documentación manejada, efectivamente existen puntos oscuros sobre las motivaciones y fines de la evacuación. Es evidente que la presión de los bombardeos -así como la actuación incontrolada de la milicia- hacía necesario tomar precauciones. Pero, había muchas posibilidades a contemplar, al menos sobre el papel. Se ha señalado que quizás se hubieran podido acondicionar los sótanos del Prado, o construir búnkeres en Madrid, o utilizar las cámaras acoradas del Banco de España. También hubiera sido posible negociar con el enemigo una zona neutral, acaso buscar el auxilio de organismos internacionales o inmovilizar el patrimonio con exposiciones internacionales en territorio extranjero como hicieron, en parte, los catalanes…

Hay un aspecto muy significativo: el Gobierno de la República dispuso que el tesoro siempre le siguiera allí donde estuviera. Su voluntad era tener un estricto control sobre él. En palabras de Pérez Rubio, responsable directo del salvamento en la zona republicana: “El Gobierno había tomado la decisión de que las obras de arte le acompañaran siempre”. El grueso del patrimonio se dirigió a Valencia cuando Azaña con su equipo se instaló en aquella ciudad por las circunstancias de la Guerra. Y luego, ambos -patrimonio y responsables políticos- se trasladaron a Cataluña, bajo la presión de los nacionales. Interesa señalar esta asociación: Gobierno republicano y tesoro cultural. Se trataba de articular una imagen de la República vinculada a la cultura, una especie de estrategia de propaganda. Tal vez con ello se buscara una especie de expiación por el saqueo del patrimonio religioso. O también podría considerarse otras hipótesis: una especie de escudo o una reserva para adquirir material de guerra. En todo caso esta asociación era una instrumentalización del arte y el patrimonio para una finalidad política. 


En este sentido, el de la instrumentalización de la cultura, el comportamiento de los nacionales no fue distinto. Ellos también intentaron rentabilizar políticamente “el salvamento” y la devolución de las obras después de que el tesoro se dispusiera en Ginebra. Las circunstancias habían cambiado -ya no hay acciones heroicas, al contrario- pero el problema es el mismo: la utilización de la cultura como una caja de resonancia propagandística. La primera exposición internacional del Régimen -y su primer triunfo en el plano cultural y político- fue la exposición realizada con una selección de obras maestras del Prado procedente del “salvamento” y celebrada en Ginebra en verano de 1939. La idea clave que sobrevuela el libro es la utilización de la cultura, la apropiación del aura del arte convertido en propaganda. 


 
El acuerdo de Figueras

De cómo salieron las obras del Prado de una mina catalana


En marzo de 1938, cuando la ofensiva de los nacionales en su carrera hacia Levante se intensifica, el Gobierno republicano decide trasladarse, junto con las obras del Prado, a Barcelona, donde fueron depositadas en el castillo de Peralada, en el de Figueras e incluso en una mina de talco. No será su último viaje. En la Nochebuena de 1938, Franco lanza su ataque final sobre Cataluña y lo que queda del Ejecutivo tricolor decide sacar las pinturas del país. Se firma entonces el acuerdo de Figueras, un documento inédito localizado por Colorado en donde se acuerda trasladar los cuadros a Francia y se especifica que son patrimonio español y que, terminada la guerra debían regresar.

http://www.elcultural.es/version_papel/LETRAS/23033/Exodo_y_exilio_del_Arte



Prólogo de 'Éxodo y exilio del arte'

Arturo Colorado Castellary

28 de junio de 1939, en el pueblecito de Collonges-sous-Salève, Manuel Azaña, ya en el exilio y poco antes de su muerte, recordaba, en una carta dirigida a su amigo Ángel Ossorio, su estancia en enero de ese mismo año en el castillo de Peralada, última residencia del Presidente de la República antes de abandonar tierras españolas y uno de los depósitos más importantes de las obras de arte evacuadas desde Madrid:

Repetidamente le llamé la atención a Negrín. «El Museo del Prado -le dije- es más importante para España que la República y la monarquía juntas.» «No estoy lejos de pensar así», respondió. «Pues calcule usted qué sería si los cuadros desaparecieran o se averiasen gravemente.» «Un gran bochorno.» «Tendría usted que pegarse un tiro», le repliqué. Negrín me informó de que se hacían trabajos en una mina, para aprovecharla como depósito. Resultó ser la de La Bajol. Pero en cuanto a poner en salvo anticipadamente todos los museos, no se hizo nada. De la verdadera situación de todo esto, no me enteré hasta que fui a residir en Peralada. Debajo de nuestro comedor estaban los Velázquez. (...) Cada vez que bombardeaban en las cercanías, me desesperaba. Temí que mi destino me hubiese traído a ver el museo hecho una hoguera. (...) El del tiro hubiese sido yo.

¿Qué había ocurrido para que lo más destacado del «tesoro artístico español» -expresión muy de la época- estuviera afrontando el momento más grave de toda su historia tan lejos de sus lugares habituales de exposición?

Casi tres años antes, el pronunciamiento militar de los generales insurrectos de julio de 1936 había fracasado en su intento de hacerse con el poder total. Pronto España quedó dividida en dos bandos que se combatirían con saña a lo largo de una larga guerra civil de tres años. En el transcurso de tan interminable guerra, el patrimonio artístico de la nación estuvo sometido a todo tipo de peligros, de saqueos y de incendios, de bombardeos y de ataques indiscriminados. Numerosos fueron los edificios históricos destruidos y también las obras que desaparecieron. Difícil es cuantificar todo lo que España perdió de su patrimonio histórico-artístico durante aquellos terribles años.

La historia que vamos a narrar aquí constituye seguramente la mayor empresa de salvamento y traslado de obras de arte de toda la historia. Es una de las aventuras más sorprendentes que pueda imaginarse y, a la vez, es una historia prácticamente desconocida por los españoles, a pesar de que gracias a estos acontecimientos el Museo del Prado, los fondos de El Escorial, del Palacio Real de Madrid, de los monasterios de las Descalzas Reales y de la Encarnación, la colección del Duque de Alba... siguen existiendo.

Me encontraba en el archivo del palacio de Naciones Unidas de Ginebra en mayo de 1984, investigando sobre las pinturas de José María Sert que decoran la Sala Francisco de Vitoria de dicho edificio, cuando un solícito archivero me preguntó si quería ver la caja que contenía la documentación referente al tesoro artístico español. Le contesté un sí dubitativo atraído por la curiosidad investigadora. Añadió que la documentación acababa de ser desclasificada como reservada y que, por lo tanto, sería el primero en consultarla. Pocas veces en mi vida he sentido tanta emoción al abrir aquella caja e ir desvelando una documentación inédita que mostraba una historia riquísima de tensiones internacionales, de esfuerzos titánicos por salvar un patrimonio en peligro, pero también plagada de mentiras y mezquindades. Volví los días siguientes y fui fotocopiando aquella maravilla, auténtico tesoro para un historiador.

Desde entonces, a través de la investigación y de la escritura, me uní a los pocos autores que llevaban años reivindicando la labor de todos aquellos que participaron en tan arrojada epopeya, labor que fue sometida a una amnesia total durante el franquismo -como tantos temas de la República y de la guerra-, cuando no se malinterpretó intencionadamente. Después, durante la Transición, comprobaríamos que parecía existir una especie de acuerdo tácito entre los partidos -en el poder o en la oposición- para olvidar todo lo referente a la guerra y al franquismo.

A pesar de ello, algunos de los protagonistas del salvamento y protección del patrimonio artístico durante la guerra fueron los que iniciaron el camino de la reivindicación. Desde el exilio se escribieron importantes y sentidos testimonios. María Teresa León, que estuvo al frente de la empresa de salvamento al principio de la guerra, publicó en Buenos aires en 1944 La historia tiene la palabra (Noticia sobre el salvamento del Tesoro Artístico). El libro, ampliamente ilustrado, titulado Salvamento y protección del tesoro artístico español durantre la guerra, de José Lino Vaamonde, el que fuera durante la guerra arquitecto encargado de la protección del Museo del Prado y activo colaborador de Timoteo Pérez Rubio, fue publicado en Caracas en 1973. Después, a la vuelta del exilio, les siguieron en la tarea el poeta Rafael Alberti con La arboleda perdida (segunda parte), y el cartelista Josep Renau, Director General de Bellas Artes de la República durante la guerra, con Arte en peligro. Todos éstos son testimonios esenciales de varios de los protagonistas, centrados especialmente en la labor de protección y evacuación en España, pero ignorando en gran parte la salida del patrimonio al extranjero en 1939 y dejándose los autores arrastrar en varios de sus pasajes por la propia pasión de la experiencia vivida. Quizás fuera por esta causa y por la modestia que le caracterizaba por lo que Timoteo Pérez Rubio no quiso tomar la pluma para dejarnos el que seguramente hubiera sido el más completo testimonio de aquellos años, porque nadie como él conoció toda la labor desarrollada para preservar el patrimonio artístico español, a cuyo frente estuvo desde el inicio hasta la evacuación a Ginebra, el inventario de las obras y la entrega al Gobierno franquista por parte de la Sociedad de Naciones. Ninguno de los autores citados participó en el terrible paso de la frontera de febrero de 1939. Timoteo Pérez Rubio lo dirigió.

Hay que esperar a 1982 para que aparezca la primera aportación historiográfica -documentada y rigurosa- de la mano de José Álvarez Lopera, en la que el autor analiza la labor realizada por las Juntas del Tesoro Artístico y la política de los gobiernos republicanos sobre el patrimonio cultural. A esta aportación se añadía mi investigación, publicada con el título El Museo del Prado y la Guerra Civil, por la pinacoteca madrileña.

El libro que tiene el lector en sus manos es una nueva edición de mi obra publicada por el Museo del Prado en 1991; no se trata por lo tanto de una simple reedición, sino que he revisado, reorganizado y actualizado el texto de entonces y he podido incorporar una nueva documentación que he ido encontrando a lo largo de estos años. En primer lugar, quiero hacer mención de los papeles personales de Timoteo Pérez Rubio a los que su hijo, Carlos Pérez Chacel, tan amablemente me dio acceso. Su esposa, Rosa Chacel, me contó que al regreso de «Timo» a España, después del exilio en Brasil, en 1974, numerosas personas le insistieron para que escribiera sus recuerdos de la época de la guerra, cosa que le tentó y que inició, hasta que José Lino Vaamonde le entregó en Madrid el libro que había publicado recientemente. Me imagino a Timoteo Pérez Rubio aliviado porque otro ya había publicado una obra sobre el tema y podía liberarse de escribir sobre lo que él había hecho, finalmente sobre sí mismo. En el archivo personal de Timoteo Pérez Rubio se encuentra una veintena de folios -unos manuscritos, otros mecanografiados por su nuera Jamilia- con anotaciones sobre lo que iba a constituir un libro o conjunto de artículos sobre el salvamento del tesoro artístico español durante la Guerra Civil, escritos que desgraciadamente nunca terminó y publicó. Destaca en estos textos -a veces meditaciones entrecortadas, en otras ocasiones un relato de los hechos con un sentido narrativo de gran fuerza- el enorme valor humano que se desprende de sus palabras: «Estos recuerdos están dedicados a todos los miembros de la Junta Central del Tesoro Artístico Nacional y miembros de las Juntas Delegadas que hicieron posible la magnífica labor que tanto ennobleció al pueblo español a los ojos del mundo civilizado.»

Con estos «recuerdos» contamos para narrar esta historia. Nadie como Timoteo Pérez Rubio, el que fuera Presidente de la Junta Central del Tesoro Artístico de la República durante prácticamente toda la guerra, para ayudarnos a contarla. Este hombre sencillo, de campo, natural del pueblecito extremeño de Oliva de la Frontera, de aspecto netamente español, moreno y de cuerpo enjuto, merece todo nuestro reconocimiento, a pesar de que todos los que lo conocieron y trataron -especialmente su mujer, su hijo Carlos, su nuera, sus amigos- lo han evocado siempre como una persona carente del más mínimo sentido de autocomplacencia o de orgullo.

En 1936, Pérez Rubio tenía ya cuarenta años y contaba con una larga trayectoria de pintor, con una estancia de varios años en Italia, becado por la Academia Española de Roma, y una primera medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1932. Poseía también una amplia experiencia docente -como Catedrático de Dibujo de Segunda Enseñanza- y en la de profesional del museo, como Subdirector del Museo de Arte Moderno de Madrid. Al estallar la guerra, este pintor sin vinculación partidista decidió dejar el pincel y la paleta -la actividad que más amaba- y trocarlos por el «fusil» para poder luchar, con absoluta responsabilidad y honestidad, en el salvamento del patrimonio artístico amenazado de destrucción. Éste fue el compromiso que asumió con la guerra que asolaba su país. Desde este punto de vista, en la España de 1936 a 1939 hubo dos frentes de lucha: el de las armas y el del arte; en el segundo fueron numerosos -desde el intelectual y el artista hasta el simple soldado- los que lo dieron todo por salvar de la destrucción el patrimonio artístico español.

Otros documentos escritos o gráficos encontrados en archivos o nuevos testimonios vienen a enriquecer esta nueva edición, como es el caso destacable de unos escritos mecanografiados por Manuel de Arpe Retamino, conservador del Museo del Prado, que acompañó a las obras en su evacuación y regreso, así como numerosas fotografías de la época de diferentes procedencias.

Mi libro, publicado en 1991 y hace años agotado, se cerraba con un epílogo dedicado a «la deuda pendiente» que -españoles y extranjeros- teníamos con los que «lo dieron todo por salvar un tesoro de valor universal». Desde entonces han pasado más de tres lustros y hay que reconocer que se han dado pasos importantes en el pago de esta deuda de la memoria. Fue primero la ciudad de Ginebra la que quiso conmemorar el quincuagésimo aniversario de la exposición de las obras del Prado celebrada en 1939, que tan honda huella dejó en la ciudad del lago Lemán. La primera institución española en recordar esta epopeya fue el Museo Extremeño e Iberoamericano de Arte Contemporáneo de Badajoz, que en el año 1996 montó una exposición dedicada a Timoteo Pérez Rubio, en la que se incluía una parte destinada a rememorar su papel como Presidente de la Junta Central del Tesoro Artístico de la República. El Museo del Prado ha tardado más de sesenta años en celebrar un homenaje a todos aquellos que en España lo salvaron de las bombas, pero lo importante es que finalmente lo ha hecho mediante el montaje de una exposición, que después fue trasladada a Ginebra.

Hay que citar también las obras que esta investigación y otras sobre el tema han provocado en la creatividad cinematográfica y en la ficción literaria. Habría que citar los documentales realizados en torno a esta historia y la novela Los colores de la Guerra de Juan Carlos Arce, que recrea una aventura, con las licencias que permite la ficción, que tiene como telón de fondo la evacuación a Francia y a Suiza de los cuadros del Prado. Uno de los documentales citados, Salvemos el Prado, también basado en este libro y realizado por Alfonso Arteseros, acompaña a la presente edición como complemento audiovisual de primera importancia, destacando las declaraciones de los actores o testigos que pudimos entrevistar cuando realizamos el rodaje en el año 1989.

Pero la deuda histórica con los salvadores de lo más importante de nuestro patrimonio artístico no ha sido todavía completamente saldada, pues, en primer lugar, son escasos los españoles y los visitantes de nuestro país que sean conscientes de que si pueden seguir admirando las obras del Prado, de El Escorial, del Palacio Real y de tantos museos y monumentos, se debe a aquellos hombres y mujeres que lucharon durante la guerra en el frente del arte. En segundo lugar, y en este caso afecta a lo institucional, todavía no se ha reconocido oficialmente, ni se ha agradecido, el papel desempeñado en esta historia por el «Comité Internacional para el Salvamento de los Tesoros de Arte Españoles», constituido con toda urgencia al final de la guerra por los dirigentes de los museos de los países democráticos para intervenir directamente en el escenario bélico y evacuar las obras, como narramos en este libro.

Una labor desarrollada a lo largo de tres años y que supuso el salvamento, protección y evacuación de lo más granado del patrimonio artístico español no pudo ser obra de una sola persona y ni siquiera de unos pocos. Todos los miembros de las Juntas del Tesoro -intelectuales y artistas, técnicos y soldados- y del Comité Internacional que intervino en febrero de 1939, merecen ser recordados como participantes en la mayor empresa de salvamento artístico de la historia. Recordar y popularizar esta empresa, manteniendo viva su memoria, será el paso definitivo para saldar nuestra deuda con todos ellos.

No se trata, al mismo tiempo, de una simple cuestión de justicia histórica y de reconocimiento, es también una tarea ineludible de actualización de la cuestión de los peligros que sufren los espacios y objetos culturales en época de conflicto. Están muy cercanas, además de las terribles pérdidas humanas, las destrucciones del patrimonio en la guerra de la antigua Yugoslavia y el daño infligido al patrimonio cultural e histórico de Iraq, donde hemos visto durante la conquista norteamericana arder la Biblioteca Nacional y los saqueos de los museos arqueológicos de Bagdad, Tikrit y Mosul y la venta fraudulenta en los mercados internacionales de los botines obtenidos. También hace poco hemos visto estupefactos cómo ante las cámaras de la televisión internacional los talibanes afganos demolían las colosales estatuas de Buda en Bamiyán. El tema sigue siendo de absoluta y rabiosa actualidad.

http://www.adn.es/cultura/20080418/NWS-0797-exilio-arte-prado-guerra-civil.htm

Tributo a los 'rescatadores' del Prado

La deuda tiene siete décadas. La contrajo una nación con un puñado de decididos héroes fanáticos del arte, poco dados a pensar que el genio tiene que ver con las nacionalidades o los pasaportes. Doce responsables de nueve museos de todo el mundo, después de días de lucha, negociación y tensión, lograron hacer trasladar en 71 camiones las obras maestras del Museo del Prado por la frontera con Francia para cargarlas en un tren desde Perpiñán hasta Ginebra. Fue en febrero de 1939. La pinacoteca madrileña conserva hoy lo que lleva dentro, de Las meninas a La carga de los mamelucos, entre otras cosas, por la acción de un comité internacional compuesto por representantes de nueve museos de todo el mundo que, alentados desde París por José María Sert, lograron que una colección que había emprendido una fuga nómada al principio del conflicto quedase a salvo en la Sociedad de Naciones de Ginebra.

Transporte de Venus y la música de Tiziano al Museo de Arte y de Historia.
El lunes, 25 de enero de 2010, en un homenaje con representantes de aquellos museos -Louvre, National Gallery, Tate, Wallace Collection de Londres, Museo de Arte e Historia de Ginebra, Rijkmuseum de Ámsterdam, Metropolitan de Nueva York, Museos Reales de Bellas Artes de Bruselas y Museos Nacionales Franceses-, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, les impondrá la Orden de las Artes y las Letras, otorgada ayer en el Consejo de Ministros. Después se inaugurará la exposición Arte salvado en plena calle y por la tarde dará comienzo el congreso internacional Patrimonio, guerra civil y posguerra, dirigido por Arturo Colorado, experto de la Universidad Complutense, y organizado por la Sociedad Española de Conmemoraciones Culturales (SECC).

En la imagen, telegrama del 2 de febrero de 1939 del duque de Alba, agente de Franco en Londres,
solicitando la paralización de los bombardeos en la zona de evacuación del patrimonio artístico.

Fue un éxodo con final incierto. Un viaje sin rumbo fijo que terminó con la misión cumplida: salvar de los bombardeos y el saqueo las obras maestras, entre las que había 525 cuadros, 180 dibujos y las joyas del Tesoro del Delfín. El Gobierno de la República encargó en un principio la misión de sacar todo de allí a María Teresa León, esposa de Rafael Alberti. "Pero si hay un protagonista de principio a fin en toda esta historia ése es Timoteo Pérez Rubio, responsable de la Junta del Tesoro Artístico", comenta Colorado. Su labor desde el principio fue la que acabó implicando al comité: "Ellos vinieron a avalar internacionalmente el trabajo que realizaron en España los responsables de la Junta y que produjo el milagro de que hoy conservemos estas obras maestras", afirma Miguel Zugaza, director del Prado.

Las obras no podían ser guardadas en los sótanos del museo ni en los del Banco de España porque se había demostrado que la humedad las dañaba. La determinación del Gobierno fue fundamental. "Se hizo muy bien. Hay que actuar con la cabeza fría en esas circunstancias", asegura Judith Ara, coordinadora de conservación del Prado. El propio Manuel Azaña se ocupaba personalmente y tenía las obras bajo custodia. Él mismo dijo a Juan Negrín: "El Museo del Prado es más importante para España que la Monarquía y la República juntas".

En la imagen, Timoteo Pérez Rubio hablando en la estación de Ginebra con Neil MacLaren,
delegado británico del Comité Internacional. 13 de febrero de 1939.

Los tesoros viajaron primero hacia Valencia. De ahí a Barcelona y de la capital catalana a Figueres. "Allí se guardaron en tres lugares: el castillo de Perelada, el de San Fernando y en la mina de Talco", relata Colorado, que ha investigado el tema en su libro Éxodo y exilio del arte (Cátedra). Apenas sufrieron daños. "Tan sólo Los fusilamientos del 2 de mayo, que fue rasgado por un balcón a su paso por un pueblo. Son sus heridas de guerra", declara Zugaza.

Pero no siempre el compromiso internacional fue decisivo. De hecho, María Teresa León ataca duramente a los responsables de pinacotecas europeas por desentenderse al principio de la guerra. "Es en 1939 cuando se produce el cambio. Fueron los responsables de los museos a título personal y poniendo dinero de sus bolsillos los que finalmente negociaron con el Gobierno de la República en retirada la necesidad de trasladar las obras a Ginebra. Eso les da todavía mucho más mérito", asegura Colorado.

En la imagen, traslado de las obras de arte al Palacio de las Naciones de Ginebra. 14-17 de febrero de 1939.

El 3 de febrero de 1939 se firmó el acuerdo. Había que conseguir camiones. Los franceses no los proporcionaban. "No sé cómo, el Gobierno se hizo con ellos dentro de España, desalojando soldados y ciudadanos en retirada en circunstancias dramáticas", relata Colorado. Durante cuatro días seguidos, los 71 vehículos partieron hacia Perpiñán, donde se cargarían en un tren hasta Ginebra para pasar a custodia de la Sociedad de Naciones. Quedaron depositadas allí con la condición de no ser devueltas hasta que terminara el conflicto.

La acción marca un precedente histórico. "El del concepto de Patrimonio de la Humanidad. Es la primera vez que representantes de varios países se ponen en marcha coordinadamente para salvar algo que consideran un bien universal", aduce Colorado. "Fue fundamental para el resto de conflictos bélicos", agrega Zugaza. "Los métodos fueron novedosos y sirvieron después para legislar en ese sentido", cree Judith Ara.

En la imagen, recepción de las cajas en el Palacio de las Naciones de Ginebra.
A la derecha, Jacques Jaujard, delegado del Comité Internacional. 17 de febrero de 1939.

Pero todo tiene sus sombras. El acuerdo finalmente no se respetó. "No, porque el Gobierno de Franco reclamó las obras en marzo y le fueron entregadas en 28 de ese mes, días antes del final", comenta Colorado. Varios cuadros no salieron hasta meses más tarde. Los nacionales acordaron con el cantón de Ginebra que podían realizar una exposición. Se hizo entre junio y agosto aunque la mayoría de las obras fue regresando hacia Madrid. Fue un éxito: 400.000 personas visitaron la muestra y Hitler quiso hacer con ellas una similar en Berlín. Pero cuando se recuperó el tesoro no hubo cuentas a pagar. "Sert escribió insistentemente al Gobierno de Franco para que se abonaran los gastos de traslado al menos al comité. Para él era una deuda moral", según Colorado.

En la imagen, análisis de estado e inventario de El triunfo de la muerte de Peeter Brueghel el Viejo,
procedente del Museo del Prado.

Pero Francisco Franco, que consideraba a ese comité de salvación colaboracionista con los republicanos, no hizo ni caso. El 7 de septiembre regresaron las obras a Madrid. Las conducía un tren que de noche llevaba las luces apagadas para no ser atacado. Se salvaron así de otro conflicto. Justo una semana antes, el primero de septiembre, había comenzado la II Guerra Mundial.

En la imagen, transporte de las obras desde el Palacio de las Naciones al Museo de Arte y de Historia de Ginebra.

En la imagen, llegada del tren con las obras procedentes de Ginebra a la estación
del Norte de Madrid el 9 de septiembre de 1939.
Jesús Ruiz Mantilla, Madrid: Tributo a los 'rescatadores' del Prado, EL PAÍS, 23 de enero de 2010

  FUENTES:

http://carbularte.blogspot.com/2010/01/tributo-los-rescatadores-del-prado.html
http://www.elcultural.es/version_papel/LETRAS/23033/Exodo_y_exilio_del_Arte
http://www.elpais.com/articulo/cultura/Prado/sorteo/fatal/destino/elpepicul/20080418elpepicul_3/Tes
http://www.museodelprado.es/enciclopedia/enciclopedia-on-line/voz/chefs-doeuvre-du-musee-du-prado-les/